Colombianos en Alberta Colombianos en Alberta
La avenida Jiménez, esa por la que hoy ruedan los articulados de TransMilenio y caminan miles de peatones cada día, está de celebración. Por estos días, se cumplen 80 años desde que se terminó el primer tramo de la canalización del río San Francisco, para darle paso a una de las vías más icónicas de la capital.
En 1916, las crecientes de agua y lodo, junto con las fiebres tifoideas y gripas relacionadas con el putrefacto cauce, tenían con los pelos de punta a las autoridades tanto nacionales como distritales. Aguas negras, desechos químicos y toda suerte de inmundicias se arrojaban al afluente que por aquellos tiempos bajaba de oriente a occidente, a la vista y las narices de todos. Fue así como el Gobierno Nacional ordenó la canalización –Ley 10 de 1915– y destinó 35.000 pesos provenientes de la Tesorería Nacional.
En los siglos precedentes, el río vivió distintos momentos. Por ejemplo, se llegaron a contar hasta ocho molinos que desde las faldas de los cerros orientales hasta La Candelaria usaban sus aguas para mover sus ruedas y moler el trigo.
En cuanto a los puentes, el libro El río que corre, de Jimena Montaña y Celia Armenteras, cuenta que en 1661 se construyó el primero de material confiable. Los anteriores, artesanales y en madera, se contaban por decenas y acababan destrozados por las subidas invernales. Esta infraestructura, en cal y canto y cuyo nombre era homónimo del río, cruzaba de sur a norte en lo que hoy es la carrera 6.ª. Pero no fue el único. Otros, denominados Colón, Santander, Latas, Cundinamarca, Filadelfia, Telégrafo, San Victorino, San Miguel y Los Mártires, tomaron forma durante los siglos XVII, XVIII y XIX.
En los siglos precedentes, el río vivió distintos momentos. Por ejemplo, se llegaron a contar hasta ocho molinos que desde las faldas de los cerros orientales hasta La Candelaria usaban sus aguas para mover sus ruedas y moler el trigo.
En cuanto a los puentes, el libro El río que corre, de Jimena Montaña y Celia Armenteras, cuenta que en 1661 se construyó el primero de material confiable. Los anteriores, artesanales y en madera, se contaban por decenas y acababan destrozados por las subidas invernales. Esta infraestructura, en cal y canto y cuyo nombre era homónimo del río, cruzaba de sur a norte en lo que hoy es la carrera 6.ª. Pero no fue el único. Otros, denominados Colón, Santander, Latas, Cundinamarca, Filadelfia, Telégrafo, San Victorino, San Miguel y Los Mártires, tomaron forma durante los siglos XVII, XVIII y XIX.
Las lavanderas, que se ubicaban en la parte alta, antes del ingreso a la zona urbana, eran reconocidas por llegar cargadas, con costales de ropa sucia de los más acomodados, a las orillas. Tras fregar y restregar por horas, los chiros acababan limpios y, muchas veces, colgados a la vera. Con el paso de los años, las autoridades se hicieron cada vez más estrictas en la prohibición de ensuciar las aguas. Ya desde 1557 había ordenanzas al respecto.
“El Concejo de Bogotá, considerando que la Academia Nacional de Historia se ha dirigido, en solicitud de que se dé a la nueva calle que quedará en el antiguo cauce del río San Francisco, el nombre de Avenida Jiménez de Quesada; que no existe una avenida que recuerde el nombre de su glorioso fundador (…) Que es justicia que Bogotá enaltezca la memoria de uno de los más ilustres héroes de la conquista: Acuerda: … se denominará Avenida Jiménez de Quesada”, se lee en el acuerdo 31 de 1917, del entonces Cabildo Municipal.
Solo 21 años después, en 1938, quedaría listo el primer tramo de la Jiménez. Este iría desde el oriente hasta la carrera 7.ª. Entre 1938 y 1941 se prolongarían las labores, bajo la alcaldía de Germán Zea, para extender el corredor hasta la plaza de San Victorino.
Como curiosidad, en los textos de historia queda manifiesto que la Jiménez será la única vía curvada en el centro histórico (siguiendo las ondulaciones del río), junto a la calle 6.ª (que a su vez cubrió el río San Agustín).
Desde su inauguración hasta la década de 1990, vehículos y peatones compartieron el espacio. Pero el exceso de automotores y contaminación llevó al colapso de la vía. Entonces, en el 2000, durante el primer mandato de Enrique Peñalosa, se ordenó la construcción del eje ambiental, dejándolo para exclusiva circulación de peatones y buses de TransMilenio.
Solo 21 años después, en 1938, quedaría listo el primer tramo de la Jiménez. Este iría desde el oriente hasta la carrera 7.ª. Entre 1938 y 1941 se prolongarían las labores, bajo la alcaldía de Germán Zea, para extender el corredor hasta la plaza de San Victorino.
Como curiosidad, en los textos de historia queda manifiesto que la Jiménez será la única vía curvada en el centro histórico (siguiendo las ondulaciones del río), junto a la calle 6.ª (que a su vez cubrió el río San Agustín).
Desde su inauguración hasta la década de 1990, vehículos y peatones compartieron el espacio. Pero el exceso de automotores y contaminación llevó al colapso de la vía. Entonces, en el 2000, durante el primer mandato de Enrique Peñalosa, se ordenó la construcción del eje ambiental, dejándolo para exclusiva circulación de peatones y buses de TransMilenio.
La Alcaldía de Bogotá lanzará este jueves, a las 3 p. m., la exposición ‘Metamorfosis de un río’. Esto será en el parque de los Periodistas. En la muestra se podrán apreciar fotografías inéditas de la historia del río San Francisco y la posterior construcción de la avenida Jiménez. La entrada será libre y habrá ingreso hasta el 1.º de octubre.
